La esquizofrenia es una enfermedad realmente compleja ya que en ella intervienen varios factores: genéticos y ambientales (bioquímicos, personales, familiares
y sociales).
Genéticamente hay distintos genes causantes que actúan de
diferentes maneras. Se han encontrado genes de vulnerabilidad en los cromosomas
5, 6, 1 y 22. En todos los afectados hay una leve mutación del gen que produce
una alteración de la proteína cerebral WKL1, relacionada con la comunicación
entre las neuronas.
En los factores ambientales se encuentran
tres áreas de investigación: la neurobioquímica (alteraciones de los
neurotransmisores cerebrales), la neuropsicológica (factores de vulnerabilidad
previos a los síntomas) y la
neuroimagen (alteraciones funcionales y estructurales del cerebro). Los
resultados apuntan a otros factores como la malnutrición fetal, las
infecciones, traumas perinatales o el estrés.
Al ser el gen un causante de esta
enfermedad existe un tratamiento mediante fármacos con el que actualmente el
25% se recupera por completo. Estos fármacos producen menos efectos
secundarios que los de décadas anteriores, mejorando así su efectividad y
haciendo que los enfermos tengan menos recaídas y mayor adaptación social.
También forma parte del tratamiento la rehabilitación social y laboral. A
pesar de todo para muchos esquizofrénicos estas terapias son
insuficientes.
Aunque la esquizofrenia es considerada un trastorno psiquiátrico, la mayoría de los enfermos presentan daños
cerebrales cuyos síntomas pueden ser positivos (trastorno del pensamiento,
alucinaciones y delirio) y negativos (pobreza de lenguaje, retraimiento social,
incapacidad para experimental placer...) que se observan también en otras
patologías neurológicas.
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